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Internacional

Yuri Gagarin: una leyenda que permanece intacta

La imagen del cosmonauta sigue siendo un símbolo 60 años después de su mítico vuelo espacial.

Yuri Gagarin vuelo espacial
Una imagen muestra el retrato en collage de Yuri Gagarin en la exposición "El espacio es nuestro" en la Galería ArtStory en Moscú. Foto: DIMITAR DILKOFF / AFP

Intacta. La inmensa popularidad de Yuri Gagarin, 60 años después de su mítico vuelo espacial, sigue siendo un símbolo para el Kremlin y su política de grandeza de Rusia.

Cada 12 de abril, fecha en la que emprendió el exitoso vuelo, los estudiantes rusos celebran la «Fiesta de la cosmonáutica» con lecturas y conciertos. Y cada año se colocan ramos de flores delante de los monumentos en honor a Gagarin, mientras los medios de comunicación cuentan la historia.

«Es una figura absolutamente consensual que une a la Nación, un ejemplo muy raro de unanimidad», afirma el escritor Lev Danilkin.

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Un culto que se debe sobre todo al salto tecnológico que encarna el cosmonauta y su victoria sobre el rival: Estados Unidos. Gagarin representa el destino de un hombre que cambió la historia.

«Hizo que el ser humano pasara de ser un simple ser vivo a una especie de inteligencia que va más allá de la Tierra», resume el historiador Alexander Jelezniakov.

Gagarin era hijo de un carpintero y una campesina que sufrieron la ocupación nazi y recibió formación como obrero metalúrgico antes de convertirse en piloto. Por eso encarna el héroe popular, cuya hazaña retratamos, a través del recuerdo de Señal Memoria.

Su gran sonrisa y su optimismo siguen vivos a través de las fotografías, carteles, documentales, ropa, tatuajes y souvenirs con su efigie.

Hay que añadir lo que se contaba de sus cualidades humanas: buen compañero, valiente y devoto por sus hijas y su esposa, Valentina Gagarina, a quien escribió una conmovedora carta de despedida por si se moría durante la misión: «Si algo sale mal, les pido, sobre todo a ti, Valiusha, que no mueras de dolor».

En 2011 el cosmonauta Boris Volynov contó a la AFP que lo recordaba como un hombre que, pese a tener todos los privilegios, se pasaba horas al teléfono para conseguir un medicamento o una cama en un hospital para un conocido con menos suerte.

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