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Internacional

Gordon Felt, 20 años dedicados a los «héroes» que combatieron a yihadistas en el cielo

La pequeña pradera es como una gran tumba a cielo abierto para las víctimas, de las cuales solo se halló un 5% de los restos.

Gordon Felt conoce al dedillo la antigua mina donde se estrelló el vuelo 93 de United Airlines el 11 de septiembre de 2001. Desde los atentados, ha ido un centenar de veces.

Desde la muerte de su hermano mayor, Edward Felt, en el avión secuestrado por un comando yihadista, este profesor especializado en niños y jóvenes autistas se ha convertido en el portavoz de las familias de los 40 pasajeros e integrantes de la tripulación.

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Todos murieron cuando la nave se estrelló contra las colinas arboladas a unos 100 km al sureste de Pittsburgh, tras haberse enfrentado a los terroristas, a quienes impidieron estrellar el avión contra el Pentágono o el Congreso, a unos 250 km de aquí.

La misión de Felt, de 57 años, es contar la historia de estos 40 «héroes», garantizar que su memoria no sea eclipsada por el recuerdo de los otros tres aviones que chocaron contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono.

Se describe a sí mismo como «un facilitador» y «un comunicador», a diferencia de su hermano fallecido, un «hombre de acción» que «resolvía los problemas».

Desde 2001, como presidente de la asociación de familias de las víctimas, se impuso como un actor clave de este memorial que consiste en un parque de unas 900 hectáreas, con la trayectoria final del avión como línea directriz, y un muro de mármol blanco donde están grabados los nombres de las 40 víctimas.

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Gordon y las familias de las víctimas llegaron por primera vez a este lugar a fines de septiembre de 2001, cuando el FBI les trajo en bus luego de haber bloqueado el acceso durante dos semanas para investigar el atentado.

Durante el trayecto a través del campo, vieron a muchas personas ondear banderas estadounidenses y carteles para rendir homenaje a las víctimas.

«Fue entonces que muchos de nosotros nos dimos cuenta de la enormidad del evento, que va mucho más allá de la muerte de un hermano», dice Felt.

Gordon estaba con su madre, su otro hermano, y la esposa de su difunto hermano. «Vimos un cráter, árboles quemados, eran ruinas».

Como a todos los familiares presentes, le pidieron que donara muestras de ADN para ayudar a identificar restos humanos hallados en el lugar, que finalmente permitieron identificar formalmente a todas las víctimas.

Antes de regresar, les preguntaron si alguien estaba dispuesto a hablar con los periodistas que esperaban fuera. Gordon se ofreció, estrenando el rol de portavoz que nunca más abandonó.

«Objetivo alcanzado»

Diez años más tarde, el 2 de mayo de 2011, le despertaron para reaccionar en nombre de las víctimas de los atentados a la muerte de Osama Bin Laden en Pakistán, que el presidente Barack Obama acababa de anunciar.

Y fue él quien se interpuso en la inauguración oficial del memorial en septiembre de 2011 ante los fotógrafos que querían seguir los pasos de Obama hacia el lugar exacto del accidente, hoy considerado «tierra sagrada».

La pequeña pradera es como una gran tumba a cielo abierto para las víctimas, de las cuales solo se halló un 5% de los restos.

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Este año, Felt prepara junto a los responsables del memorial una semana de conmemoraciones para el 20º aniversario. Pero también se apresta a disolver la asociación de familiares.

Con el memorial finalizado en 2019, y la instalación en el lugar de una torre de 40 campanillas eólicas, símbolo de la voz de los fallecidos, «alcanzamos nuestro objetivo», explica Felt.

Lo dice sin lamentos, y hasta agradecido: años de visitas a Pensilvania y a Washington DC para alistar el memorial le impidieron caer por «un agujero negro».

«Estaba furioso (…) e implicarme me salvó», dijo. «Este proceso me dio perspectiva, me dio esperanza, una razón de ser (…) Elegí no vivir en la amargura».

Sin embargo, la historia es inconclusa. Se ignora mucho de lo que sucedió en el avión durante los 35 minutos transcurridos entre su secuestro y su destrucción, apunta Felt.

Espera que el juicio de los cinco detenidos de Guantánamo, acusados de haber participado en la preparación de los atentados, aporte nuevos elementos.

El juicio debía iniciarse a comienzos de 2021 ante un tribunal militar, pero fue aplazado una vez más por la pandemia de coronavirus hasta nueva fecha.

Felt espera poder asistir y presenciar la condena de los sospechosos. Aunque deberá viajar desde Nueva Zelanda, el país de su esposa, y adonde piensa mudarse este otoño boreal.

Pretende regresar regularmente a las colinas de Pensilvania.

«Siempre regresaré aquí», dijo. «Es mi segundo hogar»

AFP/ Catherine Triomphe

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