Fueron encontrados sin vida cinco de los seis mineros que estaban atrapados desde el 20 de julio en un socavón.
El dolor es físico. Por eso bastó menos de un segundo para que Anael se desplomara y cayera, duro, contra el suelo. La superficie lo recibió, pesado y de contextura mediana, sin inmutarse. La tierra solo hizo ‘crac’ y un polvillo se levantó alrededor de sus carnes. La velocidad que agarra un cuerpo que no soporta el dolor es distinta. Y el silencio que se apodera de otros al ver a un hombre caer, sin control de sí, parece obvio. Ay, mi Darío. Ay. Ay. Ay, mi Darío. Ayyy: ¡¡¡llévame, Darío!!!”.Anael era el papá de Hernán Darío Guisao Gutiérrez, uno de los seis mineros que quedaron atrapados en la mina de carbón Nueva Nechí, en Amagá, el 20 de julio pasado.
Mineros atrapados
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Ayer, desde temprano, se supo sobre el hallazgo: luego de bombear cerca de 100.000 metros cúbicos de agua y de levantar parte de una empalizada, a casi 280 metros del ingreso del socavón de la mina, los socorristas que trabajaron por turnos de 12 horas durante 28 días seguidos dieron con el primero de los mineros.
No supo Anael si su hijo fue el primer cuerpo que encontraron los socorristas a las 11:00 p.m. del miércoles; si fue el segundo, encontrado a las 6:00 a.m. de ayer; o si fue el tercero, el cuarto o el quinto, ubicados juntos, también ayer, a las 8:44 a.m. Supo, eso sí, que no era el sexto, el que otros familiares esperaban y que, hasta el cierre de esta edición, aún no aparecía: Héctor Fabián Osorio, el único de los seis mineros radicado en Amagá, pero cuya familia tuvo que venir a buscarlo desde Pereira.
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Y los diálogos y escenas de dolor aparecen por todas partes: “Comandante, se cayeron tres”. Gritos. “Esto se putió, comandante”. Es una mujer, de los bomberos, la que habla. “Allá, allá. Suélteme, suélteme”. ¿Qué pasó?, preguntamos. “Les acaban de dar la noticia, que los encontraron muertos”, responde un policía.
Nueva Nechí, donde no se puede ver el ingreso a la mina porque la zona está acordonada por el Ejército, se reduce a dos casas de segundo piso cada una. O, mejor, a una de dos pisos y a otra a medio construir, que paró obras, desde que allí seis hombres quedaron atrapados.
En la primera casa están los familiares de los mineros. Allí, en la sede administrativa de la mina, hay ropa colgada, secándose bajo el sol, como si esa fuese una estancia desde hace tiempo. Luego aparecen las carpas en las que acampan los familiares de Héctor Fabián, que vinieron desde Pereira.
Entre esos dormitorios improvisados, las botellas desocupadas y las maletas a medio hacer aparecen después los ojos de inquilino; unos ojos que lloran como los de Amagá, como los de Fredonia, como los de La Sabaleta, como los del Palomar, todas zonas cercanas a la mina.
“Están muertos, marica”, dice una mujer en el teléfono, lo agarra con fuerza, parece clavarle las yemas de los dedos. “Sí, están muertos”, insiste, mientras que varios de los que allí esperaron por días también agarran sus teléfonos.
“Soy una guerrera”, dice luego Luz Dary, la esposa de Anael y mamá de Hernán Darío, dándose golpes de pecho. Desde arriba, en el segundo piso, un estruendo sacude a las casi 100 personas que hacen presencia en Nueva Nechí: hay familiares, bomberos, socorristas. Anael ya está de pie.
“Uno a las 11:00 p.m., otro a las 6:00 a.m. y los otros tres ahorita, a las 8:44”. ¿Cinco, entonces? “Sume, sume”. ¿Y el otro? “Continuamos en la búsqueda”. Y la atmósfera, ¿muy pesada? “No es respirable”. Entonces, se paró la búsqueda... “Las labores no se han parado, sencillamente retiramos los socorristas por seguridad”. ¿Hay agua en el fondo de la mina? “Hay, poquita, pero hay”. ¿Muchas dificultades? “No más”.
Las respuestas las entrega, reacio, el ingeniero que hasta ayer lideraba las labores de rescate. Envuelto en un uniforme verde, de casco, con botas, trata de calmar a los familiares de los mineros y luego caminando, rumbo a la casa de dos pisos a medio levantar, dice que no responderá más preguntas, que no es el vocero, que no debemos desinformar. El ingeniero trepa unas escalas estrechas e inclinadas, se pierde entre más enterizos verdes, luego aparece el alcalde.
Dice el mandatario que la mina es incómoda, que no se sabe a cuántos metros está Héctor Fabián, que tuvieron que sacar al personal de los socavones porque había contaminación de gases. “Los hidratamos, los vacunamos. El que falta podría estar unos 20 metros más allá”.
La mina no tiene planos, se han construido en medio de las labores de rescate. Allí, en la casa que aún no concluyen, está el tablero con trazos de marcador negro y rojo que ha permitido imaginar las entrañas de Nueva Nechí. Parece el mapa de una ciudad, con calles y carreras, y no el de una mina.
Se lee: día 28 de la emergencia. Bocamina. Longitud de vía 230 metros. Puntos críticos. En rojo también hay círculos y flechas. Son las coordenadas para dar con el minero que falta, pero las labores están suspendidas, algunos socorristas también terminaron turno. Por 12 horas de trabajo, descansan 18. Todos son mineros, algunos incluso estuvieron el día de la emergencia y se ofrecieron a ayudar.
¿El ambiente? “Humedad, mucha agua. A veces se siente pesado”, dice uno de los rescatistas. ¿Se puede respirar? “Es difícil”. Las labores de rescate que permitieron el hallazgo de ayer implicaron tres turnos con cuadrillas de casi 20 socorristas. Solo salían a comer, dice uno, y las idas y vueltas implicaban, por trayecto, entre 15 y 20 minutos. A ese tiempo de la superficie pasaron casi un mes bajo tierra, por tandas, a la expectativa.
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