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Caterine Ibargüen cierra su carrera deportiva con la frente en alto

Foto: Caterine Ibargüen disputó su cuarta olimpiada tras Atenas 2004, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020. Colprensa
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La atleta colombiana terminó décima en la final del salto triple de los Juegos Olímpicos Tokio 2020.

“Pienso que todavía puedo hacer una gran presentación. Mis metas y ambiciones arden con el mismo fuego que tenía cuando debuté en los Juegos de Atenas (2004)”, fueron las palabras de Caterine Ibargüen en marzo pasado, cuando un manto de duda recaía sobre su estado físico y cómo afrontaría la cita en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Y es que en el ocaso de su carrera, Ibargüen debió luchar contra lesiones como una fascitis plantar en el pie izquierdo que la obligó a pasar por el quirófano en agosto de 2019, y que apenas le permitió regresar el 28 de mayo en la reunión de Doha de la Liga de Diamante. Fue un camino tormentoso, plagado de desafíos, físicos, pero sobre todo mentales. Sin embargo, con la tenacidad de siempre, la antioqueña sorteó todos los obstáculos y hoy, domingo 1 de agosto de 2021, tuvo su premio tras disputar la final de Tokio 2020, más allá de quedar fuera de la pelea por las medallas.

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En la definición, Caterine finalizó décima con 14.25 metros como su mejor registro, lejos del podio que lideró la venezolana Yulimar Rojas, oro y nuevo récord olímpico y mundial con 15.67 metros, seguida por la portuguesa Patricia Mamona, plata con 15.01 metros, y la española Ana Peleteiro, bronce con 14.87. Una buena forma de decir adiós al atletismo para la abanderada de la delegación nacional, que, pese a todo, se va con la frente en alto, siendo competitiva y dejando un legado eterno, tras su plata de Londres 2012 y el oro de Río 2016. El cierre, compitiendo en lo más alto, como lo deseaba.

El inicio

Nacida el 12 de febrero de 1984, en el municipio de Apartadó, en Antioquia, Caterine Ibargüen pasó su infancia con su abuela, encargada de velar por su bienestar y de asegurarse que siempre asistiera al colegio. Fue justamente allí, en su colegio, donde Wilder Zapata, su primer entrenador, vio en ella aptitudes para dedicarse al salto de altura, aunque se requería de mucho más. Por eso, en 1996, Caterine se mudó a Medellín, donde recibió una mejor formación para ahora sí ser profesional. La mejor decisión, ya que apenas tres años después, en junio de 1999, la carismática atleta antioqueña se colgó su primera medalla en un evento internacional, tras ocupar la tercera plaza en el Campeonato Suramericano de Bogotá, luego de registrar una marca de 1.76 metros en salto de altura.

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Una campeona

Caterine Ibargüen alcanzó la medalla de oro en Río 2016 con una marca de . Foto: Colprensa Ese bronce le enseñó el camino, pero no hizo más fácil su recorrido hacia el olimpo, ya que la frustración por no clasificar a los Juegos Olímpicos Pekín 2008, la llevaron a pensar en renunciar al atletismo. Fue entonces cuando se mudó a Puerto Rico, donde todo cambió. Además de obtener una beca para estudiar enfermería, encontró -como un designio del destino- a quien se encargaría de reconducir su carrera deportiva: Ubaldo Duany.

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Duany, un entrenador cubano, la animó a pasar al salto triple, modalidad en la que no tardó en sobresalir. Con su altura de 1,81 metros, Caterine logró abrirse campo en el ámbito internacional, alcanzando su clasificación a Londres 2012, donde se hizo con la presea de plata gracias a los 14.80 metros que alcanzó en la final. A partir de ahí, las victorias vinieron en cascada, siendo el momento cumbre el de Río 2016, cuando se colgó la medalla de oro olímpica, haciendo GIGANTE su leyenda:

  • 2 oros en el Campeonato Mundial
  • 5 títulos en la Liga de Diamante
  • 2 oros en Juegos Panamericanos
  • 6 oros en Juegos Suramericanos
  • 3 oros en Juegos Centroamericanos y del Caribe

Ahora, su sonrisa vuelve a iluminar Tokio y cada rincón de Colombia, porque su legado será eterno. ¡Gracias infinitas, campeona!