Presidente Gustavo Petro pidió perdón en nombre del Estado por el exterminio de la Unión Patriótica
El presidente Gustavo Petro lideró el Acto de Reconocimiento de Responsabilidad Internacional del Estado colombiano por el exterminio de la Unión Patriótica (UP), cumpliendo la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que declaró responsable al Estado por el genocidio político ocurrido entre los años ochenta y noventa.
“Colombia necesita esperanza y alegría… El pasado a veces nos trae el dolor, pero hay que recuperar ese pasado. No se puede olvidar porque podemos caer de nuevo en el abismo”, dijo el mandatario al abrir su discurso en Santa Marta, en un acto acompañado por la cúpula militar, sobrevivientes y familiares de las víctimas.
El jefe de Estado explicó que su presencia junto a las Fuerzas Militares obedecía a un propósito institucional: reconocer que el Estado, en todas sus dimensiones, tiene responsabilidad frente a los crímenes de la UP. “Hoy aquí no está el Estado. Está el Ejecutivo. Por eso quise que la cúpula militar me acompañara”, precisó el mandatario.
Un acto ordenado por la justicia: reconocimiento y reparación
El Presidente subrayó que la ceremonia fue ordenada por una corte con validez nacional e internacional, y que el perdón público constituye una obligación derivada de esa sentencia. “El Estado de Colombia pide perdón porque es corresponsable de un genocidio político”, expresó.
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Durante su intervención, el jefe de Estado enumeró los catorce tipos de violaciones reconocidas por la Corte Interamericana: asesinatos, desapariciones forzadas, torturas, desplazamientos, amenazas, hostigamientos y denegación de justicia. Recordó que el exterminio de la UP fue ejecutado por una alianza entre estructuras paramilitares y agentes estatales.
“Si el 74 % fue cometido por el paramilitarismo y el resto por el Estado, ¿qué es el paramilitarismo en Colombia, si no un ejército privado de los narcotraficantes?”, cuestionó.
La paradoja del perdón: un Presidente-víctima que pide perdón a víctimas
El mandatario subrayó la paradoja central del acto: un presidente que fue detenido y torturado en 1985 toma la palabra en nombre del Estado para pedir perdón a otras víctimas del Estado. Lo dijo con dos hilos que se cruzan: su condición personal de víctima y el deber institucional de reconocer responsabilidades.
Recordó que en 1985, durante los hechos del Palacio de Justicia, tenía 24 años y estaba preso. Y se detuvo en una frase que convirtió en interpelación política y ética:“Yo le preguntaría al Partido Conservador: ¿ha pedido perdón? ¿Por qué nadie lo pregunta? ¿Por qué somos las víctimas quienes tenemos que pedir perdón a los victimarios?”.
Esa formulación estructura el sentido del acto: el perdón que se pronuncia no exime a quienes debían pedirlo; visibiliza que, históricamente, la carga moral recayó sobre quienes padecieron la violencia. Y al mismo tiempo explicita que hoy es el Estado —en cabeza del Ejecutivo— quien asume esa responsabilidad frente a las víctimas de la UP.
La Unión Patriótica: una alternativa democrática exterminada
El presidente Petro recordó que la UP surgió de un acuerdo de paz con las FARC en los años ochenta y que representó una opción política legal que buscaba transformar el país por vías democráticas. Sin embargo, esa apuesta fue aniquilada. “Cuando llegué al Congreso por primera vez en 1991, encontré a una bancada de la Unión Patriótica. ¿Cuántos de ellos están vivos? Ninguno”, dijo.
El mandatario destacó la paradoja histórica: la eliminación de la UP coincidió con la promulgación de la Constitución de 1991.
“¿Cómo puede haber una constitución democrática y al mismo tiempo el exterminio de todo un partido político?”, preguntó, antes de confesar que sobrevivió porque “se fue a las montañas”, mientras quienes apostaron por la vía legal “fueron asesinados”.
El Palacio de Justicia: una reflexión sobre verdad e impunidad (episodio distinto)
El mandatario no mezcló el genocidio de la UP con la toma y retoma del Palacio de Justicia, pero evocó ese episodio como símbolo del ocultamiento de la verdad. Señaló que durante la retoma fueron destruidos expedientes que contenían miles de denuncias por tortura. “Arrasaron con una institución del Estado democrático solo para que no se juzgaran las torturas”, dijo, al mencionar archivos con más de 10.000 casos.
Eso sí, sentó también un precedente reconociendo la responsabilidad del grupo armado del que hizo parte en la tragedia: “¿Por qué pasó lo del Palacio de Justicia? Claro, por culpa del M-19, por creer en militarismos. […] Creer que podíamos ganar militarmente la guerra. Y quizás, si hubiéramos ganado militarmente la guerra, hubiéramos sido peores que lo que hoy somos. Somos mejores porque no ganamos la guerra sino que aprendimos a abrazar, amar y seducir a las mayorías nacionales. Por eso soy presidente de la República”.
La mención subraya una idea: sin verdad no hay justicia, y sin justicia la repetición es posible. Esa es, también, la lógica del perdón: reconocer para no repetir.
Críticas políticas y defensa de la democracia
El Presidente advirtió sobre continuidades en los intentos por excluir a las alternativas populares, ahora mediante campañas mediáticas y judiciales. “Una revista saca en su portada que estoy con un traje naranja, el de los presos en Estados Unidos. Quieren desaparecer esta alternativa popular y que no gane de nuevo las elecciones de 2026”, expresó.
Denunció que detrás de esas estrategias existe una alianza entre sectores políticos tradicionales, grupos económicos y actores internacionales que, según él, buscan reescribir la historia y deslegitimar proyectos progresistas.
“Le pido perdón a la Unión Patriótica”: el núcleo del acto
El mensaje central llegó al cierre: “Como jefe del Estado, sin que el Estado esté aquí, sino nosotros, la cúpula militar y policial y el gobierno civil, a nombre de ese Estado que no está aquí y el que está aquí, le pido perdón a la Unión Patriótica porque este Estado fue corresponsable del genocidio político”.
El Presidente insistió en que el perdón debe traducirse en garantías de no repetición y anunció una pedagogía de memoria “de vereda en vereda, de municipio en municipio”. En clave simbólica, convocó a defender la democracia con movilización y conciencia histórica: “Si el águila dorada ataca al cóndor, el jaguar americano despierta… seremos jaguares bailando por la dignidad de Colombia".
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Llevar la reparación integral a todos los escenarios
La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado por su responsabilidad en miles de asesinatos, desapariciones y desplazamientos contra la UP, y ordenó reparación integral: actos públicos, medidas de memoria, garantías de participación política y no repetición.
El acto de Santa Marta es la primera vez que un Presidente colombiano pide perdón en cumplimiento directo de esa sentencia, y marca un precedente: el Estado no se exonera, se somete al escrutinio moral y jurídico de su historia.
El acto no cierra un capítulo; abre una obligación. Convertir el perdón en política pública sostenida: investigación judicial efectiva, protección a líderes sociales, reparación integral y educación para la memoria. Incluso, mencionó cómo la estructuración del paramilitarismo fue fundamental para el genocidio y señaló directamente la responsabilidad que recae sobre figuras que defendieron y consolidaron este fenómeno en su primera forma: las llamadas Convivir. Por esa razón, dijo, le ha pedido al presidente Uribe que responda ante la JEP. Afirmó que dicha solicitud no es por venganza, sino por buscar la reconciliación, protegerlo a él, a su familia y a sus bienes.
La paradoja que subrayó el mandatario —un Presidente-víctima pidiendo perdón estatal a otras víctimas, y el reclamo de que no sean las víctimas quienes pidan perdón a los victimarios— queda como mandato ético: que nunca más Colombia castigue con la muerte a quienes defienden la democracia.