En la cárcel La Picota de Bogotá, lejos de los barrios donde la violencia urbana ha dejado decenas de muertos en la calurosa Barranquilla, se firmó una tregua que podría marcar un punto de inflexión para la ciudad. En una sala dispuesta bajo la vigilancia del Inpec, dos hombres que durante años estuvieron enfrentados por el control de las calles se dieron cita para comprometerse sobre el papel a detener una guerra urbana.
Así fue la firma de la tregua entre las dos bandas más poderosas de Atlántico

En la cárcel La Picota de Bogotá, lejos de los barrios donde la violencia urbana ha dejado decenas de muertos en la calurosa Barranquilla, se firmó una tregua que podría marcar un punto de inflexión para la ciudad. En una sala dispuesta bajo la vigilancia del Inpec, dos hombres que durante años estuvieron enfrentados por el control de las calles se dieron cita para comprometerse sobre el papel a detener una guerra urbana. Digno José Palomino, jefe de Los Pepes, y Jorge Eliécer Díaz, cabecilla de Los Costeños, estamparon su huella y su firma en un documento que suspende homicidios, extorsiones y hurtos hasta el 20 de enero de 2026.
La escena tuvo un valor adicional por los testigos que acompañaron el acto. Desde la institucionalidad, participó Camilo Pineda, delegado de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. En representación de los medios públicos, estuvo presente el gerente de RTVC, Hollman Morris. Su presencia dejó claro que no se trataba de un arreglo privado entre bandas, sino de un esfuerzo vigilado por el Estado y con la mirada pública puesta en cada palabra.
La lectura del comunicado y las condiciones del pacto
El primero en intervenir fue Jorge Eliécer Díaz, quien leyó el comunicado de la tregua. Lo hizo en nombre de Los Costeños, con un tono firme que reflejaba la trascendencia del momento. Allí se consignaron tres compromisos básicos: primero, un cese de homicidios, hurtos y extorsión durante el tiempo de la tregua; segundo, la decisión de desvincular las fiestas de picó de la confrontación criminal; y tercero, una invitación a otras organizaciones a sumarse a la iniciativa de paz urbana.
Cuando terminó la lectura, el documento pasó a recibir las firmas. Digno José Palomino fue el primero en firmar y dejar su huella dactilar. Lo siguió Díaz, completando la representación de Los Costeños. Y finalmente fue el turno de Pineda, quien rubricó en nombre del Gobierno como garante del acuerdo. El orden mismo del acto mostraba que esta tregua no nacía en secreto, sino con la institucionalidad como respaldo.
Para quienes no conocen de cerca la cultura del Caribe, uno de los puntos tiene un valor particular: los picós. Estos sistemas de sonido gigantes, que son parte de la identidad barrial de Barranquilla y su área metropolitana, habían sido usados en los últimos años como escenarios de confrontación y demostración de poder por las bandas. Retirarlos de la guerra urbana significa, en la práctica, devolverles su esencia cultural y festiva, un espacio de encuentro popular que había sido distorsionado por la intimidación y la violencia.
Los mensajes de los cabecillas
Tras la firma, cada uno de los jefes habló para sus hombres y sus comunidades. Digno José Palomino agradeció la confianza que recibió de su organización para participar en la mesa. Definió el acto como “una luz al final del túnel” y pidió paciencia a sus seguidores. Su mensaje se dirigió también a la ciudadanía: los invitó a “abrir el corazón” y reconocer que, más allá de su prontuario, también son seres humanos dispuestos a un cambio.
Jorge Eliécer Díaz, en representación de Los Costeños, insistió en que el compromiso es con la tranquilidad de la comunidad. Llamó a la confianza y a la fe de sus hombres y habló de recuperar lo que llamó “la esencia del ser costeño”: una identidad ligada a la convivencia, al respeto por la vida y a la posibilidad de que la región se reconozca en su cultura y no en la violencia.
Ambos discursos fueron breves, pero tenían un mensaje común: mostrar que esta tregua no se limitaba a un pacto de papel, sino a un gesto que busca transmitir confianza hacia dentro y hacia fuera de las organizaciones.
La voz de la institucionalidad
El delegado Camilo Pineda complementó la jornada con un mensaje que marcó la diferencia entre este acto y otros intentos fallidos del pasado. Aclaró que la paz no puede imponerse desde Bogotá, sino construirse en el territorio, con los actores locales y las comunidades. Por eso anunció la convocatoria a un consejo de seguridad en Barranquilla, donde se discutirán los alcances de la tregua y los mecanismos de cumplimiento.
Pineda destacó un compromiso en particular: retirar a los niños y adolescentes del conflicto urbano. En su criterio, sin ese paso no hay posibilidad de un futuro distinto para la ciudad. También anunció una agenda de actividades durante octubre, con presencia de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz en los barrios más afectados. Su mensaje fue claro: este proceso solo será sostenible si se enraíza en el tejido social de Barranquilla.
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Las amenazas al concejal Castillo
Uno de los temas inevitables fue el de las amenazas contra el concejal Alexis Castillo. Tanto Palomino como Díaz negaron que esas intimidaciones provinieran de sus estructuras. Palomino fue enfático al advertir que quienes usen el nombre de Los Pepes para amenazar deben ser denunciados, porque el pacto incluye el cese de toda actividad ilícita. Díaz respaldó esa postura y reafirmó que el compromiso con la comunidad implica desligar a las bandas de intimidaciones políticas o sociales.
Una tregua en observación
Lo ocurrido en La Picota no resuelve por sí solo la violencia que golpea a Barranquilla, pero sí deja una imagen con alto valor simbólico: los jefes de dos bandas enfrentadas firmando un pacto bajo custodia del Esttado, con presencia del Gobierno y de los medios públicos como testigos. Es, al mismo tiempo, un gesto de distensión y un reto inmenso para las instituciones.
El futuro de este acuerdo dependerá de la verificación independiente, de la capacidad del Estado para ofrecer alternativas sociales y de la voluntad real de quienes firmaron en cumplir lo pactado. El 20 de enero de 2026 será la fecha clave para evaluar si esta tregua abrió un camino hacia la paz urbana o si quedó como un paréntesis en una confrontación que, hasta ahora, ha cobrado decenas de vidas en el Atlántico. La altura moral de quienes se comprometen, será la clave del éxito.